miércoles, 8 de mayo de 2019

Conclusiones


La dictadura hacía eco en el mundo, mientras que en Chile se resistía a través de construcciones artísticas y culturales, a través de medios de comunicación que desafiaban la censura, a través del baile, del canto y de los trazos de colores. Un Chile que no perdió la esperanza y que se vistió de fiesta cada vez que pudo con la “alegría ya viene” y con cuánto poema pudiera deleitarse.


La dictadura significó dejar a un Chile dolido y desencantado. No es posible limpiar la hoja donde  las armas se impusieron antes que el diálogo, porque cada arma fue un símbolo de poder represivo que ignoró  la propia valía humana.

Hoy, a 46 años del estallido del terror,  Chile se construye desde los fundamentos democráticos, pero sin poder olvidar  a los desaparecidos que fueron silenciados, a las mujeres que aún buscan a sus hijos para darles digna sepultura, a los torturados que tienen sus heridas marcadas, y  quienes todavía creen que esa memoria colectiva debe ser reparada.
Resultado de imagen para brigada muralista chileSomos niños contando una historia, construyéndola y queriéndola para expresar que creemos en el respeto y la diversidad, en las ideas que no son nuestras, sino que se comparten cuando  se hacen con honestidad.
La dictadura dejó heridas, pero también la convicción de que la justicia es posible, que los cantos de esperanza sirven, que el arte sí  trasciende en las esquinas y que resistir  en ese arte, también significa dar lucha dialogante y pacífica.
Creemos en una sociedad igualitaria, generosa y desafiante. Y ese desafío tiene que ver con la capacidad de ser tolerantes, con el deseo de serlo y de poder sostenerlo en el tiempo.



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