
La dictadura significó dejar a un Chile dolido y
desencantado. No es posible limpiar la hoja donde las armas se impusieron antes que el diálogo,
porque cada arma fue un símbolo de poder represivo que ignoró la propia valía humana.
Hoy, a 46 años del estallido del
terror, Chile se construye desde los
fundamentos democráticos, pero sin poder olvidar a los desaparecidos que fueron silenciados, a
las mujeres que aún buscan a sus hijos para darles digna sepultura, a los
torturados que tienen sus heridas marcadas, y quienes todavía creen que esa memoria
colectiva debe ser reparada.
La dictadura dejó heridas, pero
también la convicción de que la justicia es posible, que los cantos de
esperanza sirven, que el arte sí
trasciende en las esquinas y que resistir en ese arte, también significa dar lucha
dialogante y pacífica.
Creemos en una sociedad
igualitaria, generosa y desafiante. Y ese desafío tiene que ver con la
capacidad de ser tolerantes, con el deseo de serlo y de poder sostenerlo en el
tiempo.
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